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Los estudios de Posgrado son posteriores al grado de licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México. En la universidad colonial y en la universidad moderna, hasta muy recientemente, los grados y los títulos que para el ejercicio profesional se expedían eran otorgados sin correspondencia alguna con los estudios realizados. El tránsito entre Licenciado y Doctor no solía demorarse más que unos cuantos días.

El grado de Doctor sellaba el ingreso a la corporación universitaria. Como cualquier gremio, la universidad controlaba el perfil académico de sus miembros. El Doctorado era costoso y conllevaba un ceremonial opulento: paseos, caballos, músicos, misas y vestimentas; además el aspirante estaba obligado a dar una cuantiosa propina a los Doctores asistentes. Poca gente logró el grado de Doctor, era necesario pertenecer a una familia con dinero o contar con un buen padrino para costear la ceremonia. Un cargo de poder también facilitaba dispensas en la pompa y en las propinas. El grado de Doctor era el más alto y traía consigo todos los privilegios de la corporación, por lo que podían participar en el gobierno de la institución y tener derecho a que la universidad pagara sus honras fúnebres. [1] En México, a lo largo del siglo XX, se realizaron grandes esfuerzos en torno al desarrollo de la educación. La historia de la educación en nuestro país nos muestra enormes movilizaciones de Maestros, incremento en los recursos y desarrollo de infraestructura en torno a los niveles educativos primarios, secundarios, técnicos y alfabetización. Sin embargo, la educación superior, particularmente los estudios de Posgrados, no recibieron impulsos similares sino hasta finales de los años treintas y principios de los cuarentas.

Es durante la presidencia de Manuel Ávila Camacho cuando se incorpora la educación superior a la agenda de las políticas educativas estatales; y el aumento de la oferta educativa, así como el incremento de la matrícula ocurren a finales de la década de los sesenta y mediados de los setenta. Del establecimiento de los estudios de Posgrado a su equivalencia internacional. En la UNAM, las primeras disposiciones legales para el desarrollo formal de los estudios de Posgrado se establecieron en 1929. Los grados de Doctor y Maestro se comenzaron a otorgar de manera continua a partir de 1932, por lo que su labor es pionera en América Latina. En aquellos momentos, la Facultad de Filosofía y Letras definió un conjunto de lineamientos para otorgar los grados de Maestro y Doctor.

Es importante señalar que el grado no era equivalente al título profesional, de tal manera que contar con un “título de Licenciatura, haber ejercido la docencia por más de cinco años, tener obra publicada y presentar una tesis” [2], eran requisitos suficientes para obtener el grado de Doctor. Unos años después, hacia 1945, la Facultad de Ciencias estableció, por primera vez en la UNAM, dos ciclos de estudios: el profesional y el de graduados. A partir de ese momento, en las carreras de Biología, Física y Matemáticas, el otorgamiento del grado de Maestro requirió del grado académico y el título de Licenciatura, y el otorgamiento del grado de Doctor requirió el grado y el título de Maestro, estableciéndose con ello una similitud entre título y grado. [3] Desde aquellos años, finales de los treintas y mediados de los cuarentas, las facultades de Filosofía y Letras y de Ciencias se convirtieron en dos de los pilares del Posgrado universitario.

De la Escuela de Graduados a las facultades como sedes del Posgrado

En 1947 se estableció la Escuela de Graduados integrada por diversos institutos de la UNAM: Biología, Estudios Médico-Biológicos, Física, Geología, Geofísica, Matemáticas y Química; y con instituciones afiliadas como El Colegio de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, el Hospital General, el Hospital de la Nutrición, el Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales, el Instituto Nacional de Cardiología, el Observatorio Nacional y el Observatorio Astrofísico de Tonanzintla. [4] La Escuela de Graduados se fundó con el propósito de formar especialistas, investigadores y técnicos, difundir “la alta cultura”, y otorgar grados de Maestro y Doctor a alumnos que contaran con el título de Licenciado, poco después solicitó el haber obtenido el grado con mención, lo que significó que la UNAM abrió los estudios de Posgrado solamente a estudiantes distinguidos. Para esto, se impartieron cursos, seminarios y se realizaron investigaciones en convenio con dependencias universitarias, o bien con las instituciones afiliadas. Sin embargo, para esa época, la Facultad de Filosofía y Letras no otorgaba Licenciaturas, por lo que sus egresados no contaban con título profesional o Licencia para ejercer una profesión, no pudiendo pertenecer a la Escuela de Graduados.

Tampoco la Escuela Nacional de Jurisprudencia, hoy Facultad de Derecho, tuvo cabida en ella ya que el grado de Doctor en Derecho se obtenía contando con el título de Licenciado expedido por la UNAM, no se presentaba tesis ni se atendía algún programa de estudios, el único requisito era el de ser o haber sido funcionario de alto nivel o profesor en determinadas categorías. La Escuela de Graduados funcionó hasta el año de 1956, año en que se efectuaron amplias reformas al Estatuto General de la UNAM, entre las cuales se designaron a las facultades como los espacios donde los estudios de Posgrado deberían tener lugar; aquellos centros académicos que sólo eran escuelas y que impartían e studios de Posgrado se convirtieron en facultades. Con ello se buscaba dotar de una nueva figura institucional a los programas de Posgrado, pero se carecía aún de un marco estatutario preciso y capaz de otorgar una identidad institucional al Posgrado, lo que ocasion ó que cada facultad estableciera requisitos propios y, a su vez, a dispersar aún más los distintos programas. Las reformas al Estatuto General de la UNAM, aproba das en 1957, y que hicieron posible que las escuelas se transformaran en facultades al momento de impartir el nivel de Doctorado, generaron independencia con respecto a las escuelas y el desarrollo de nuevos grados; igualmente, propiciaron una nueva reglament ación de los estudios superiores en algunas facultades.

 

De la explosión de la oferta educativa a la unificación del Posgrado

No es sino hasta 1967 cuando se emite el primer Reglamento de Estudios Superiores donde se establecen los criterios únicos para todos los programas de Posgrado y se sientan las bases para el crecimiento de la oferta de estudios y de la matrícula. Este reglamento se centró en el desarrollo de planes y programas académicos, en el fortalecimiento de la planta docente, y en el establecimiento de un Consejo de Estudios Superiores como la instancia superior de dirección en donde quedaban representados todos los sectores que convergían en el Posgrado. Algunos de los aspectos que se incluyeron fueron: los estudiantes tenían la posibilidad de cursar estudios en facultades diferentes a la suya y se fijaron plazos para la conclusión de los estudios. En los años setentas la tendencia fue hacia la centralización administrativa, pero al mismo tiempo hacia la dispersión de los programas y de las entidades académicas. Debido al incremento de la demanda se desbordaron los procesos de institucionalización, lo que llevó a establecer programas de estudio de la misma área de conocimiento en dos entidades académicas diferentes, con dos criterios distintos y en grados diferentes.

Los programas crecieron de 102 a 234 y la matrícula aumentó de 4,444 alumnos a 8,266 lo que acarreó un desbordamiento de planes de estudio, planta docente e instituciones participantes. A mediados de los años ochentas se establecieron nuevos y rigurosos criterios para la creación de nuevos programas; se promovió activamen te la unificación de planes y programas dispersos; y se institucionalizó el sistema tutoral. Sin embargo, al no estar vinculado el proceso de unificación de los programas de estudio con una política de articulación entre las entidades académicas participantes, la reforma no tuvo éxito, ya que si bien se redujo el ritmo de crecimiento de los programas de especialización, Maestría y Doctorado, no se avanzó en la articulación de los mismos y continuó el proceso de crecimiento. Para 1992, las especialidades, Maestrías y Doctorados llegaron a 320. La reforma de 1986 se propuso poner fin a tal dispersión de esfuerzos y recursos, pero tampoco se logró debido, en gran medida, a que los programas dependían de las entidades académicas, de sus propias dinámicas y políticas.

 

De la unificación a la creación del Sistema Universitario de Posgrado

De 1996 a la fecha se ha avanzado sobre el camino trazado por la Reforma al Reglamento General de Estudios de Posgrado. Se requería un cambio de estructura para dotar al Posgrado de una unidad institucional y de una autonomía administrativa que incluyera a todas las entidades académicas, fueran institutos, centros, escuelas o facultades, cuyo centro lo conformarían los programas, más que las entidades. Como resultado de esa propuesta, el Posgrado es hoy el espacio donde se juntan, colaboran y dialogan las distintas entidades académicas de la UNAM, las instituciones de enseñanza superior del país y las universidades extranjeras en donde los estudiantes de Posgrado llevan a cabo estancias de intercambio. El espíritu de esta nueva propuesta mantiene varios de los aciertos y logros ya obtenidos en algunos de los programas de Posgrado: la articulación que propone la interacción entre las distintas entidades académicas en el desarrollo de los programas de Posgrado; la flexibilidad para que los estudiantes tomen cursos en más de una entidad, dentro y fuera de la UNAM y de México; la figura de los cuerpos tu torales; la toma de decisiones académicas y académico-administrativas en cuerpos colegiados, como los comités académicos; además de apoyar e incentivar el desarrollo de los enfoques inter y multidisciplinarios, en consonancia con las potencialidades de la institución y acorde con las necesidades del país. Como hemos podido ver en la evolución histórica del Posgrado de la UNAM, aunque la tendencia no ha sido lineal, se ha podido configurar poco a poco una identidad del Sistema Universitario de Posgrado, definido éste como una instancia de formación y generación de conocimiento original que tiene su propia misión, visión, objetivos, dinámica y planes de desarrollo.